IP, punto de quiebre

El 24 de noviembre de 1960, importantes empresarios de México, preocupados por decisiones de Adolfo López Mateos que consideraban izquierdistas, publicaron un desplegado con el sugerente título de: “¿Por cuál camino, señor presidente?”.
Firmado por la Concanaco, la Concamin y la Coparmex, recuerda la periodista Alicia Rivera en su biografía de Juan Sánchez Navarro, el texto manifestaba “intranquilidad” con “un camino que parece contradecir los principios económicos consagrados en la Constitución”.
Tras estatizaciones como la de la Compañía Operadora de Teatros, hacían preguntas abiertas:
“¿Es justificado que el gasto público se utilice en la compra de empresas privadas, cuando los servicios esenciales del Estado de salubridad, de educación, de caminos, etc., se encuentran muy lejos de estar satisfechos?
“¿Es que nos encaminamos, a través de un intervencionismo creciente, hacia el socialismo de Estado?”.
El texto ponía al peronismo de ejemplo de cómo se puede destruir un país con el intervencionismo estatal y terminaba, bastantes líneas después, urgiendo a crear un ambiente de confianza en el régimen jurídico y demandando al gobierno que vendiera las empresas “que por su naturaleza pertenecen al sector privado de la economía”.
La mañana en que se publicó el desplegado, Juan Sánchez Navarro viajaba en la comitiva presidencial que visitaría Ciudad Madero y Poza Rica. Excélsior había retomado el comunicado en sus ocho columnas: Teme la empresa privada la competencia del Estado… “Mensajes de los jefes patronales al presidente. Le hacen ver los inconvenientes del intervencionismo”.
En la gira, el reportero de Excélsior abordó al presidente López Mateos, recuerda la periodista Rivera:
-¿Ya leyó usted lo que dice la iniciativa privada?
Un ‘¡sí!’ fue la cortante y fría respuesta.
-Oiga, señor presidente, pero ¿cómo es posible que le digan a usted esas cosas? ¡Y viene en su comitiva quien lo escribió!
-¿Quién es? –preguntó de inmediato el presidente.
-¡El licenciado Sánchez Navarro! –contestó el reportero.
López Mateos lo buscó con la mirada. Estaba cerca de él, y ya que lo ubicó, se limitó a decir.
-El licenciado Sánchez Navarro es mi amigo. ¡Vamos a hablar de otra cosa!
Hasta aquí la cita de lo publicado en Juan Sánchez Navarro, testigo del México del siglo XX (Grijalbo 1997).
La anécdota viene a cuento por lo vivido estos días luego de que el domingo el Consejo Coordinador Empresarial diera a conocer un comunicado en el que tomaba partido por la interpretación opositora de lo que debería ser el reparto de las plurinominales en el Congreso.
En la biografía de Sánchez Navarro se consigna que el gobierno de López Mateos dio respuesta, también en la prensa, a los empresarios. Y según la versión de quien es considerado el ideólogo de la iniciativa privada del siglo XX, lograron que el presidente cambiara.
Poco después de ese desplegado nació lo que hoy conocemos como el Consejo Mexicano de Negocios; y de éste surgió años después el CCE. El primero, dice Sánchez Navarro, para, a pesar de sus gobiernos, hablar bien de México en el mundo; el segundo, para “ayudar” al presidente en turno a tomar las mejores decisiones.
Parte de ese sistema entró en crisis en este sexenio y particularmente esta semana.
Si López Mateos quiso cambiar de tema en aquella mañana de noviembre ante el desafío de los empresarios y las preguntas del reportero, Andrés Manuel López Obrador tomó una ruta muy distinta: tras el comunicado del CCE quiere que los empresarios se pronuncien.
Este martes el Presidente metió en un problema a los órganos de representación del empresariado al emplazar a los cinco hombres y mujer más ricos de México, según Forbes, a pedir que se decanten en la sobrerrepresentación: están con Morena o con la oposición.
Independientemente de lo que cada uno de los compelidos diga sobre lo que ha de decidir el Instituto Nacional Electoral, el gesto de AMLO es un enorme desdén a los órganos de interlocución con gobiernos que, precisamente, nacieron de la mano de Sánchez Navarro.
A los empresarios, Andrés Manuel les ha pedido dinero para rifar el avión, les ha dado harta obra y contratos, les ha pagado de más en algunas recompras de activos, les ha injuriado, les ha demostrado que han ganado mucho dinero… los ha utilizado de principio a fin.
Ello incluye al Consejo Coordinador Empresarial, que si al principio del sexenio con Carlos Salazar intentó una interlocución crítica, cierra el periodo presidencial con un López Obrador pagándole su evidente sumisión con una cascada de descalificaciones.
La IP sigue sin entender el cambio de era que significó AMLO. “Por supuesto que entiendo la opinión pública la que piensa como nosotros los empresarios”, dice en el libro Sánchez Navarro. Igual y los patrones del presidente en turno del CCE Francisco Cervantes no captan que ya no es así. Que la opinión pública está con AMLO.

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