La revocación de mandato de Sheinbaum y el ‘petate del muerto’
Una afirmación que se escucha con frecuencia en el ambiente político y empresarial del país es que López Obrador seguirá teniendo una gran influencia en la administración de Claudia Sheinbaum porque tendrá a su disposición ‘un arma’ que ningún otro expresidente ha tenido nunca: la revocación de mandato.
Lo que se afirma es que si Sheinbaum adoptara decisiones que no son del agrado de López Obrador, éste movilizaría a sus seguidores y detonaría el proceso de revocación de mandato para deshacerse de Sheinbaum y poner en la presidencia a alguien que sea plenamente fiel a sus ideas.
¿Sería esto posible?
Antes de responder a esta interrogante, permítame recordar cómo es que este recurso legal quedó en la Constitución y qué requisitos exige.
El 2 de diciembre del año 2019, bajo la lógica presidencial de que “el pueblo pone y el pueblo quita”, se publicó la reforma constitucional en materia de consulta popular y revocación de mandato.
Sin embargo, fue hasta diciembre del 2021 que se aprobó la Ley de Revocación de mandato que hace operable dicha reforma.
Para que pueda convocarse a la revocación de mandato del presidente de la República se requiere que al menos el 3 por ciento de los ciudadanos inscritos en la lista nominal de electores suscriba la petición, y que ese porcentaje provenga de al menos de 17 entidades con ese mismo porcentaje mínimo.
Con las cifras actuales, se requerirían alrededor de 3 millones de firmas.
La regla constitucional establece que se podrá convocar después del tercer año de una administración, es decir, tendría que convocarse después del 1 de octubre de 2027.
Para que sea vinculante, se requiere la participación de por lo menos el 40 por ciento de la lista nominal de electores, lo que hoy implicaría cerca de 40 millones de personas.
En 2022, el propio López Obrador convocó a la consulta por la revocación de su mandato y acudió a las urnas solo el 17 por ciento de la lista nominal, lo que hizo inválido el ejercicio que lo ratificó.
La imaginación política de algunos señala que, si Claudia Sheinbaum no siguiera los lineamientos de López Obrador, se convocaría a este proceso, por ejemplo, en el primer semestre de 2028, y con ello quedaría fuera de la presidencia de la República.
Una circunstancia en la que hubiese una división en Morena entre la presidenta de la República en ejercicio y AMLO, y que, en medio de ella, se lograra la participación de 40 millones de personas al menos, con 20 millones al menos votando por la salida de Claudia es poco menos que inimaginable.
Pero, además, ¿en dónde podrían estar las diferencias entre Sheinbaum y AMLO que condujeran al último a desear la salida de la Presidenta?
No en los temas más sensibles para el electorado, como la prevalencia de los programas sociales, sino en asuntos como la política energética, en la que la virtual presidenta electa, parece mucho más proclive a apoyar la transición a fuentes renovables en lugar de seguir apoyando la producción de energía fósil.
El histórico respaldo recibido por Sheinbaum no estaría bajo amenaza en la medida que las políticas que lo motivaron seguirían vigentes.
AMLO promovió el 5 de febrero una reforma constitucional para que se baje a 30 por ciento, el mínimo requerido para que los resultados de la consulta por la revocación de mandato se hagan vinculantes.
Sería discutible si, aun aprobándose tal reforma podría aplicarse desde esta administración o a partir de la siguiente.
Pero creo que la objeción básica a su viabilidad permanece vigente: no es imaginable que, en una división de Morena surgida de temas como la política energética o la participación del sector privado en proyectos de infraestructura, por ejemplo, se lograra tanto el nivel de participación requerido como el rechazo a la permanencia de Claudia.
En suma, me parece que invocar la revocación de mandato como un recurso para obligar a Claudia a seguir a la letra los mandatos de AMLO es hoy más bien asustar con el petate del muerto, como dice el conocido adagio.
No sé si esta fantasía esté en la mente de AMLO, pero francamente no creo que le quite el sueño a Claudia Sheinbaum.
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