¡Son dos, Pancho, háblense!
En la cáscara futbolera, si hay algo que da coraje es que dos compañeros de equipo peleen por el balón que pudo ser gol y todo termina en burrada. ¡Háblense, son dos!
El lunes, el vocero de los empresarios mexicanos, Francisco Cervantes, hizo una jugada valiente, quizás a contracorriente de una parte del organismo que preside, que espera que el gobierno no disponga para dónde debe ir la pelota.
Él escuchó la propuesta de investigadores mexicanos y la hizo suya.
Perdonen ustedes un bache de palabras abstractas: Puso el sello del CCE a una visión de país para tener finalmente una “política industrial”. Respaldó un documento llamado “La Nueva Era de la Política Industrial Digital en México”, del Instituto para el Desarrollo Industrial y la Transformación Digital (INADI), presidido por Arturo Oropeza.
El INADI es un grupo sin partido que se sostiene prácticamente con los salarios de quienes conforman este útil club de cerebros, un “think tank” mexicano.
Al CCE que preside “Pancho” lo respaldaron sus homólogos de gremios que pertenecen a esa organización, como José Zozaya, de la AMIA, conformada por firmas automotrices, y José Abugaber, presidente de la Concamin.
Ambos arroparon a Cervantes en un estrado del Club de Industriales, dentro de un auditorio lleno de gente que administra el capital nacional desde Polanco. Ni busquen, casi nadie reportó el hecho, de tremenda relevancia para que los salarios aumenten, pero en serio.
¿Qué propusieron? En síntesis, encarar la oportunidad de la Primera Revolución Digital.
¿Qué es eso? Si meten la mano al bolsillo encontrarán un aparato que les controla la vida y de facto, opera el mundo. Como piden un Uber, un restaurante puede pedir su suministro de mes, o una fábrica, el de medio año.
Si ustedes todavía no entran a hacer algo de dinero con eso, es posible que su empresa esté en riesgo de morir o su salario, de caer al mínimo.
El documento presentado urge a los mexicanos despertar del letargo en el que entraron con Miguel de La Madrid, un presidente que gobernó de 1982 a 1988 y que optó por reducir inversiones públicas y sueldos de la gente por asumir que eso golpeaba la inflación.
La consigna de sus sucesores fue el ahorro en detrimento del crecimiento.
Esa dinámica acabó con la ruta propia de México. Desde entonces, esta nación salvada por el libre comercio de la irrelevancia económica, baila al ritmo de las empresas de países en donde sí existe una lógica común, política industrial o como ustedes quieran llamarla.
Corea del Sur jugó en equipo y hoy nos llenó la casa de KIA, LG, Samsung y semiconductores que ni podemos ver. Lo mismo podría decirse de Japón; de China que sacó copia a la industria de Estados Unidos, nación que gana, pero sufre con políticos que quieren convertirla en gallina sin cabeza.
Los vecinos quieren recobrar fuerza industrial mediante el nearshoring que abre la puerta a los mexicanos.
El INADI y el CCE proponen un nuevo sistema que involucre al gobierno, a empresas y escuelas para generar negocios industriales digitales (y de buenas ganancias) ahora que hasta los coches nos escuchan.
De saque, ésta es parte de la lista de sectores a los que proponen apostar: aeronáutica, automotriz, electromovilidad y baterías, almacenamiento de energía, dispositivos médicos, semiconductores. En lo digital: Inteligencia artificial industrial; internet de las cosas industrial; cómputo en la nube industrial; centros de datos. ¿Puede avanzar esa iniciativa? Volvemos al futbol.
En septiembre del año pasado, la Secretaría de Economía emitió un documento llamado Rumbo a una Política Industrial, que incluye entre otras cosas impulsar vehículos cero emisiones y tecnología 5G y de IA en industrias; usar big data para mayor productividad; fomentar robótica en electromovilidad y adoptar ciberprocesos industriales.
Luego, el presidente López Obrador firmó un decreto que otorga incentivos fiscales para parte de ese propósito. Vaya, como que muchos del mismo equipo van por la misma pelota.
Todo, cuando está en camino una nueva administración federal. ¡Háblense, caramba!
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