Las clases medias: el gran desafío para Xóchitl Gálvez
México es un país cuyas clases medias son cada vez más amplias. La definición de ese término ha sido siempre muy complicada.
El INEGI ha considerado como posible criterio para definirlas el nivel de ingreso. Pero algunos también suponen que son muy relevantes los gastos, que perfilan un cierto nivel de consumo. Otros más consideran que lo relevante es la autodefinición, lo que da identidad a este segmento de la sociedad.
La realidad es que, tanto en términos económicos como en su relevancia política, la definición de la clase media es muy elusiva. En el más reciente estudio del INEGI se caracteriza como de clase media al 42 por ciento de los hogares y al 37 por ciento de las personas.
En el ámbito urbano, esos porcentajes llegan a 50 y 45 por ciento, respectivamente, mientras que en las zonas rurales son de 28 y 24 por ciento. En algunas ciudades de hecho puede estimarse que las clases medias representan la mayoría de la población.
Hay otras aproximaciones para identificar a esta parte de la sociedad. Por ejemplo, forma parte de ella una buena proporción de las personas que trabajan en la economía formal. Se trata de 21.9 millones de personas cuyo salario mensual promedio es de 16 mil pesos. Pero, también se suman a este sector los propios empleadores del país que suman 3 millones de personas. Aunque no hay ninguna definición clara respecto al sentido del voto que emitieron las clases medias en el 2018, evidencias diversas concuerdan en que una parte muy importante de ellas votó por Andrés Manuel López Obrador.
AMLO había tenido un respaldo histórico de alrededor del 30 por ciento o poco más, lo que corresponde al respaldo que había tenido la izquierda.
Para llegar al 53 por ciento obtenido en la elección presidencial del 2018, López Obrador tuvo que sumar a segmentos muy amplios de las clases medias urbanas. Sus más recientes mediciones señalan que su nivel de aceptación se ubica en el 57 por ciento, lo que quiere decir que sigue contando con un respaldo amplio.
Sin embargo, las intenciones de voto por Claudia Sheinbaum en los careos con Xóchitl Gálvez se quedan en el 46 por ciento frente a 37 por ciento de la candidata opositora y un 8 por ciento de un hipotético candidato de Movimiento Ciudadano (Samuel García, por ejemplo), a lo que se suma un 9 por ciento de indefinidos.
Esta estructura de preferencias es muy prometedora para la oposición, considerando que Gálvez lleva apenas 3 meses en el escenario nacional.
El potencial de crecimiento de las intenciones de voto del Frente es hoy mayor al de Morena, con una candidata que por lo menos desde el 2021 (algunos piensan que desde el comienzo de su mandato en la Ciudad de México) ha sido considerada como la heredera natural de AMLO y ha tenido ya un prolongado posicionamiento.
La exposición de Xóchitl Gálvez a la opinión pública en calidad de aspirante a la candidatura presidencial solo ha sido en el lapso del proceso interno del Frente Opositor.
El que haya sido un grupo de organizaciones civiles y ciudadanos quienes hayan coordinado el proceso del Frente fue determinante para el éxito del posicionamiento de Xóchitl. Si los partidos opositores hubieran llevado el control del proceso, y ella hubiera participado en calidad de senadora del PAN, el resultado habría sido muy diferente. El potencial de crecimiento de las simpatías de la senadora Gálvez y del Frente Opositor se dará sobre todo en las ciudades y en particular entre las clases medias del país. Una muestra de ello es lo que sucedió en las elecciones del 2021, comicios en los cuales la oposición logró triunfar en la mayoría de las grandes ciudades.
Por ejemplo, la suma de los votos por los candidatos a diputados federales en la CDMX fue mayor para la Oposición que para Morena. Guadalajara y Monterrey, las dos siguientes ciudades en importancia poblacional a nivel del país, fueron ganadas por candidatos de Movimiento Ciudadano. Los alcaldes y alcaldesas de otras grandes ciudades como León, Puebla y Ciudad Juárez provienen del PAN. Entre las principales ciudades, además de la CDMX, desde luego, Morena solo gobierna Tijuana.
Los estimados de participación indican que, por ejemplo, en el 2021, el 85 por ciento del voto fue urbano y solo el 15 por ciento fue de carácter rural. Uno de los retos fundamentales de la oposición es propiciar la participación electoral de las clases medias. Las elecciones presidenciales en las cuales el nivel de participación fue el más alto fueron las de 1994 pues acudió a las urnas el 77 por ciento del padrón. Lo que motivo a los electores a votar fue el miedo. Tuvimos un año muy violento entonces, que comenzó con el alzamiento de los zapatistas y luego fue trágico por el asesinato del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio en marzo.
La gente acudió a las urnas para asegurar la permanencia de las instituciones y ante la aparición por primera vez de una autoridad electoral independiente.
Al darse la primera alternancia en la presidencia, en el año 2000, con el triunfo de Vicente Fox, la tasa de participación bajó al 64 por ciento. En las polémicas elecciones del 2006 bajó aún más, al 58 por ciento. En el 2012 se recuperó un poco y subió al 63 por ciento. El triunfo de AMLO en el 2018 se consiguió con un nivel de participación semejante, del 63 por ciento.
Para que Gálvez lograra contender seriamente por la presidencia, sería necesario que una parte importante del votante urbano de clases medias acudiera a las urnas el próximo mes de junio, elevando de manera importante la tasa de participación.
El votante rural, más beneficiado que el urbano por los programas sociales del gobierno de AMLO y más proclive a ser movilizado por los aparatos partidistas, seguramente tenderá a votar más por Morena que por la oposición.
Probablemente el respaldo de las clases medias a la candidata del Frente Opositor pudiera crecer en la medida que perciban que Gálvez expresa realmente una alternativa ciudadana que puede tener márgenes de libertad respecto a los aparatos de los partidos políticos.
Las organizaciones tradicionales cargan con un descrédito entre la ciudadanía por lo que la candidata de la oposición deberá tratar de que esa mala imagen no la afecte, o que lo haga en el menor grado posible. La capacidad de movilización de Morena es mucho mayor entre la población de menores ingresos.
El reto de la senadora Gálvez será conseguir que las clases medias se convenzan de que tienen el poder para cambiar las cosas pero no para regresar al pasado sino para emprender realmente un cambio importante en la política mexicana en los siguientes años.
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