En marcha, la destrucción de las Fuerzas Armadas
Ante los ojos de quien quiera ver, el presidente López Obrador está destruyendo al Ejército mexicano.
¿No lo vemos? ¿O hacemos como que no vemos?
“Calamidad de los tiempos cuando los locos guían a los ciegos”, dice Shakespeare en El Rey Lear.
AMLO viene llegando de Chile, donde lamentó que el Ejército de ese país tomara el poder por la fuerza para ejercer una función que no es la suya, y aquí empodera a nuestras Fuerzas Armadas con una finalidad aviesa: pervertirlas.
Los militares, en México, en Chile y en el país que sea, están entrenados para la guerra y no para gobernar.
En el presupuesto se solicita un aumento de 132 por ciento para la Secretaría de la Defensa (mientras a Educación se asigna el menor presupuesto –en relación con el PIB– desde hace ocho años).
¿Qué país nos va a invadir, para darle al Ejército 243 mil 443 millones de pesos?
Ninguno.
A nuestro Ejército se le están dando más y más tareas de gobierno, en áreas donde hay dinero, mucho dinero, para corromperlo.
Subrayo el “nuestro Ejército”, porque es el único que reconoce la Constitución, y quienes hoy gobiernan estuvieron del lado del EZLN cuando ese grupo armado le declaró la guerra al Ejército Nacional Mexicano.
El Presidente los reúne en privado para decirle a los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas que sean benevolentes con los ejércitos ilegales de los narcotraficantes. Y los llena de negocios.
De los recursos entregados, y las asignaciones de contratos que realizan las Fuerzas Armadas sin necesidad de concursar, nadie puede saber nada porque están sellados con la secrecía de “Seguridad Nacional”.
Nuestro compañero Aldo Munguía informó en estas páginas, desde el lunes, que el presupuesto solicitado para el Ejército consiste en 120 mil millones de pesos para que los ejerza en el Tren Maya, más 15 mil 172 millones para gastar en los aeropuertos que el gobierno le ha cedido, aparte de mil 500 millones para el aeropuerto Felipe Ángeles y una cantidad más para la aerolínea que se pretende crear.
López Obrador le entregó a las Fuerzas Armadas los aeropuertos de Nogales, Nuevo Laredo, Uruapan, AIFA, Tamuín, Ciudad Victoria, Puebla, Ixtepec, Palenque, Campeche, Chetumal, Tulum y Toluca.
Además les dieron el control de suministros de combustibles que realizaba Aeropuertos y Servicios Auxiliares, es decir la comercialización de turbosina en terminales aéreas que controla.
Les entregaron los puertos, las aduanas, los trenes Maya y el Transpeninsular. Más la construcción de las sucursales de los bancos del Bienestar, ductos de Pemex y el control y operación del espacio aéreo.
Con los votos de la coalición gobernante y del PRI en el Senado (salvo Claudia Ruiz Massieu y Beatriz Paredes), a propuesta del Presidente les entregaron la Guardia Nacional.
Falso resultó el argumento de AMLO en el sentido de que daba al Ejército la construcción del Tren Maya porque los militares sí cumplen, no como las empresas privadas.
El Tren Maya iba a costar 120 mil millones de pesos, y los cálculos de Hacienda ya lo ponen en 500 mil millones de pesos (entrevista de Rogelio Ramírez de la O con Joaquín López-Dóriga).
Y es falso que esas obras las construyan los militares.
El Ejército subcontrata a las empresas privadas que fueron desplazadas por la decisión del Presidente de entregar la obra a las Fuerzas Armadas.
Las subcontrataciones, sin licitar, se hacen con sobrecostos que llegan hasta 30 por ciento.
¿No es así? A ver: abran la información a los ciudadanos que con sus impuestos pagan los elefantes blancos utilizados para destruir a las Fuerzas Armadas.
El riesgo mayor de cederle al Ejército todo lo que AMLO le ha entregado es que se corrompa de la peor manera: con el narcotráfico.
Así ha ocurrido con excepciones, pero que se pueden generalizar.
Veamos la ruta del tráfico de drogas y es lo que el Presidente, con o sin intención, ha entregado a las Fuerzas Armadas:
La droga entra por los puertos que controlan.
Se puede mover por el espacio aéreo que controlan.
Se baja en los aeropuertos que controlan.
Se podrá ir del Golfo al Pacífico por el ferrocarril interoceánico que controlarán.
Se pasa por las aduanas que les entregaron.
Y los encargados de perseguir al narco también son ellos.
Tenemos ante nosotros, en marcha, la destrucción de nuestras Fuerzas Armadas.
Y no es obra de un osado agresor extranjero, sino de un extraño enemigo: su comandante supremo.
¿No lo vemos?
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