Una elección de Estado
López Obrador hará todo lo posible por mantener su proyecto en el poder. Hacerlo le garantiza el mando pero sobre todo la gloria. Lo que más le interesa es “pasar a la historia” y eso no se logrará si pierde en el 2024, si se revierten sus cambios, si se ponen en evidencia sus mentiras, si se revelan sus alianzas oscuras, si no hay quien valide “sus otros datos”. Necesita el poder para alcanzar la gloria.
La oposición está trabajando arduamente para facilitarle las cosas al presidente. No se vislumbra ningún mecanismo para elegir candidato, mucho menos para que la disputa de esa candidatura sea pareja para militantes y ciudadanos. La dirigencia del PAN considera que la marea rosa ciudadana avalará su decisión, sea cual sea, porque la alternativa es votar por Morena. No toman en cuenta que pueden optar por la abstención, hartos de la mediocridad partidista.
Están apostando al voto de la clase media enojada. Pero ésta es minoritaria. Aspira la dirigencia opositora a un segundo lugar decoroso y a dar la pelea para que Morena no tenga mayoría en el Congreso. Aspiran a la derrota. Ese es el nivel de la oposición. Una derrota que no sea humillante, que les permita seguir al frente de sus partidos, con los beneficios económicos que ello supone. Una política mezquina.
¿Hay elementos que permitan pensar que se puede derrotar al nuevo PRI, que es posible detener la regresión autoritaria, que volvamos a reencauzar al país por la senda del crecimiento y la democracia? Los hay.
En primer lugar, y aunque parezca poco elegante decirlo, está la salud del presidente. Dos ataques cardíacos, tres contagios de Covid y un estrés constante no presagian un buen cuadro. No le deseo mal alguno a López Obrador, pero estadísticamente sus padecimientos reducen su esperanza de vida. La esperanza de vida de los mexicanos, gracias a sus desastrosas políticas públicas, disminuyeron de 74 a 70 años. El presidente cumple 70 años en 2024.
En segundo lugar está la dinámica de la sucesión en Morena. De forma descarada e ilegal el presidente y su gobierno apoyan la candidatura de la candidata más servil, más a modo. Gran ejemplo para las feministas, una mujer sumisa. Sabemos que la especialidad de Marcelo es doblarse, pero ¿lo volverá a hacer en el 24? ¿Volverá a aceptar encuestas amañadas? El mentor de Ebrard, durante muchos años, fue Manuel Camacho Solís. Cuando Salinas dijo “no se hagan bolas, el bueno es Colosio”, Camacho entró en rebeldía. Renunció a su cargo, se fue a Chiapas para negociar con el otro encapuchado rebelde, no sabemos qué hubiera pasado de no ser por Aburto. No es descabellado un gesto rebelde de Marcelo, su renuncia a la Cancillería, su alianza con la oposición (MC o Alianza), la división de Morena. Un partido desunido, pierde.
El tercer factor son los Estados Unidos. López Obrador le ha demostrado a Biden que es su enemigo. En plena campaña Biden/Trump, López Obrador –siempre reacio a los viajes– se trasladó a Washington para aplaudirle a Trump. Luego, se negó a reconocer la victoria de Biden, hasta el último minuto. La política de López Obrador respecto a la migración es la del chantaje. ¿Quieres imponerme un panel de energía? Dejo pasar migrantes y se te cae la reelección. ¿Quieres perseguir a los Chapitos en territorio mexicano? Autorizamos el paso de una nueva caravana de migrantes. López Obrador no condenó el asalto al Capitolio orquestado por Trump. Apoya la invasión rusa a Ucrania y afirma, contra toda evidencia, que los norteamericanos dinamitaron el oleoducto de Nord Stream. Para Biden, su gobierno, los representantes de ambos partidos, medios de comunicación y periodistas influyentes, López Obrador es un indeseable. Es un factor que jugará en su contra en el 2024.
Las encuestas confirman que López Obrador es un presidente popular. Pero también dicen que la población tiene una muy mala imagen de la inseguridad, la salud y la economía. López Obrador no estará en la boleta en 2024. Quien sí estará en la memoria de los votantes es el rostro de su último asaltante en la micro, la cara del encargado de la farmacia del IMSS que les volvió a negar su medicina, la faz de su marchante en el mercado señalándoles el aumento de los jitomates.
Quien conoce y sopesa los anteriores factores de riesgo es López Obrador. Este año demostró que no le importa la devaluación de su imagen en el exterior (donde lo consideran un presidente autoritario) con tal de destazar al INE. Fue mayor su temor a perder la elección en 2024 que el aumento de su desprestigio. No va a cejar en su intento de capturar al INE. Tampoco dejará de presionar –hasta la violencia– a los miembros no sumisos de la Suprema Corte. En 2024 no le importará violar la ley con tal de imponer a su candidata. Hará campaña abierta por su partido. Condicionará las concesiones televisivas a cambio de la supeditación de sus espacios noticiosos. Enfrentaremos en 2024 una abierta elección de Estado. Como en los viejos tiempos.
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