Intentará conservarse en el poder
Dice López Obrador que al terminar su sexenio se retirará a su rancho. Se le han contabilizado más de 110 mil mentiras en sus conferencias. Lo del retiro al rancho es una mentira más.
Si gana la oposición, como es posible en una democracia, ¿alguien concibe que le entregue la banda presidencial a un “adversario”? Él piensa que es “moralmente inaceptable” que la oposición regrese al poder, ¿cómo colocarle entonces la banda presidencial a un inmoral? No lo va a hacer.
Si Claudia ya en el poder se le voltea, como lo han hecho sus recomendados en la Suprema Corte y el Banco de México, le queda el recurso de la revocación de mandato para demostrarle quién manda. Sus huestes, esas que no rompen un vidrio, secuestrarían avenidas, amenazarían a los ministros de la Corte, pasearían féretros y quemarían efigies frente a los líderes de las Cámaras hasta doblarlos.
Si gana la oposición no lo va a reconocer. Si gana uno de los suyos y no obedece las órdenes que le envía desde el rancho, intentará deponerlo. Si, como a Calles, lo ponen en un avión, pedirá que vaya hacia Cuba, donde, como a Salinas, le dieron vida de rey, a modo de retribución por los favores recibidos por la dictadura.
¿Para qué perpetuar su dominio? En primer lugar, para evitar la cárcel. Ahora tiene fuero. AMLO dice que hoy se puede juzgar al presidente como a cualquier ciudadano. Pero para juzgarlo dos terceras partes del Senado (que Morena controla) tiene que actuar como “jurado de sentencia” de acuerdo a una investigación que debe aprobar la Cámara de Diputados (que Morena controla). Ese manto lo protege durante todo su ejercicio como presidente y hasta un año después de haber dejado el poder. Si un ciudadano comete un delito, lo denuncian en el Ministerio Público, lo aprehenden, lo pueden retener sin juicio durante años, luego lo juzgan y si lo encuentran culpable lo encarcelan. Eso de que hoy el presidente puede ser juzgado como cualquier ciudadano es otra de las mentiras de López Obrador, una más.
¿Miedo de qué? Por su responsabilidad ante los más de 800 mil muertos por Covid. Por su responsabilidad como cabeza de un sistema de seguridad que en los hechos cedió el control de grandes zonas del territorio nacional al crimen organizado. Por su responsabilidad en el encubrimiento de la corrupción en el primer círculo presidencial. Por su responsabilidad, al haber ordenado cerrar los ductos de combustible, que derivaron en la muerte de 135 personas en Tlahuelilpan.
Durante su gobierno ha insultado y calumniado a media humanidad: empresarios, sacerdotes, periodistas, intelectuales, feministas, a la clase media. La extensión de su poder, más allá de lo que marca la Constitución, puede darse por interpósita persona. Por eso el favoritismo hacia Sheinbaum: él espera que la sumisión que ella le muestra en el presente se prolongará más allá de su mandato.
Sin poder, ¿alguien piensa que dejará pasar con indiferencia todo lo que se diga de él? Incontinente, lanzará tweets fulminantes. Si defiende la libertad de Trump para calumniar en Twitter, lo hace para abrir paso a sus futuras calumnias.
Valiente no es. Ataca desde el poder, echando montón. Con la Unidad de Inteligencia Financiera, la Guardia Nacional, los aguerridos bots emitidos desde Palacio y el espionaje del Ejército a su servicio. Sin poder era obsequioso y hasta “amoroso”, invitaba a sus adversarios a su departamento y les preparaba, humilde, quesadillas. No era el fanfarrón y bravucón que ahora es. Fuera del poder volverá a atacar si junta montón. No le faltarán aliados y porros.
Utilizará todos los métodos legales e ilegales para conservarse en el poder, él o alguien de su movimiento. Luego del fracaso del Plan A, B y C, puede intentar el Plan D: Miedo terrorista antes de las elecciones para inhibir que la gente vaya a votar. El Plan E: Caos el día de las elecciones (el Plan B no tenía otro sentido). El Plan F: caos postelectoral. “No quiero entregar la Presidencia a un gobierno que considero espurio. No quiero legitimar un golpe de Estado”, alegó para no entregar a Perú la presidencia de la Alianza del Pacífico.
Para que la democracia funcione es necesario que los actores, comenzando por el presidente de la República, sean demócratas. No es el caso.
Ante este panorama tan oscuro, ¿qué posibilidades tenemos los mexicanos de la alternancia en el poder? ¿Lo secundará el Ejército? La marcha de militares, algo inédito en nuestro país, mostró que el presidente tiene el apoyo de la cúpula, no del Ejército en su conjunto. Centenares de generales no están de acuerdo con el rumbo que ha tomado el país. Debe haber morenistas que por dignidad no lo apoyen en su aventura (como Muñoz Ledo o Urzúa). La Suprema Corte de Justicia es difícil que lo apoye en el camino de la ilegalidad. Los empresarios, que durante todo el sexenio lo han apoyado, con excepciones, ante el riesgo de castigos de la comunidad internacional, pueden retirar sus inversiones. Pero sobre todo está la ciudadanía, la sociedad, la gente, que parece haber despertado de su letargo.
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