Estar bien para aprender
Las emociones son una parte natural y necesaria de la experiencia humana que no resultan ser buenas o malas en sí mismas. Todas resultan útiles y adaptativas en ciertas situaciones. Por ejemplo, el enojo que podría ser considerado como algo malo en ciertos contextos sociales o culturales, en realidad puede resultar útil para establecer límites o defender una causa justa.
Es decir, que todas las emociones son válidas; sin embargo, de acuerdo a la situación o circunstancia, pueden afectar de manera positiva o negativa a la persona que las experimenta, tomando en cuenta también el periodo de tiempo que permanecen en alguien. Hablando del contexto escolar, las emociones están estrechamente ligadas al aprendizaje; por ejemplo, si bien es normal que una niña o un niño sienta tristeza de vez en cuando por algo desagradable que le pasa, una tristeza prolongada en el tiempo que tienda a la depresión, afectaría su capacidad de atención o la manera en que procesa la información que recibe.
Resulta importante tomar en cuenta el papel de la socioemocionalidad siempre que se hagan planes y estrategias educativas y al crear ambientes de aprendizaje para que sean efectivos; sin embargo, esto no debe ser tarea únicamente de las y los docentes, sino que debe de observarse también desde la familia en casa. Guardar este cuidado, siempre había sido importante, pero ante la crisis educativa tras la emergencia sanitaria, ha adquirido una especial relevancia. Esto, porque el cierre de escuelas ocasionó pérdidas de aprendizaje sin precedentes en las y los estudiantes -situación que ya de por sí representa un reto social grande-, pero además se suma que muchas niñas, niños y adolescentes han presentado síntomas de depresión, desgano o pensamientos negativos fatales, emociones que, por supuesto, los ponen en un riesgo mayor, no sólo de no recuperarse, sino hasta de hacerse daño a sí mismos o a otros.
Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a aprender, por ello es necesario que se garanticen las condiciones adecuadas para que puedan hacer valer ese derecho, y esas condiciones van más allá de la infraestructura física y los libros de texto. Las autoridades educativas, las y los docentes, las familias y la sociedad en general debemos preocuparnos y ocuparnos por promover el desarrollo integral de la niñez; esto que implica no sólo la parte cognitiva, sino también la socioemocional que termina impactando el propio rendimiento académico.
No debemos quitar el dedo del renglón para que las estrategias en la escuela se apuntalen a esto, pero también si tenemos niñas, niños o adolescentes en casa, pongamos atención en cómo se sienten; estemos pendientes a signos de ansiedad, ira o depresión y solicitemos ayuda inmediata si fuera el caso, propiciemos fomentar habilidades como la inteligencia emocional, la empatía, la autoconciencia, la autorregulación, la toma de decisiones responsables, la resolución de problemas y la comunicación efectiva.
Las niñas, niños y adolescentes necesitan hoy más que nunca estar bien para aprender.
Jeny Farías en directora de proyectos en Mexicanos Primero.
Twitter: @jenyca
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