Nuestra responsabilidad ante la ecología
Con el cambio climático que estamos sufriendo, nuestro país está siendo afectado por la carencia de agua en varios Estados de la república. También, el comercio de los productos transgénicos ha creado dificultades en el tratado comercial con los Estados Unidos. Ambos son problemas ecológicos.
La palabra ecología es un neologismo derivado de las palabras griegas oikos y logos (tratado o ciencia de la casa). Ernest Haeckel, biólogo alemán, elaboró una definición más precisa: “la ecología es la ciencia del conjunto de las relaciones de los organismos con el mundo exterior ambiental, con las condiciones orgánicas o inorgánicas de la existencia…las relaciones mutuas de todos los organismos vivos en un único lugar, su adaptación al medio que los rodea, su trasformación a través de la lucha por la vida”.
La ecología aparece como una rama de la biología y tiene relación con otras disciplinas relativamente nuevas, por ejemplo, la genética, descubierta por los experimentos del fraile agustino Gregor Mendel. Recientemente se le ha relacionado con la bioética, ciencia que estableció Van Rensselaer Potter en su libro Bioética: un puente hace el futuro (1970-1971). Este cancerólogo americano estaba preocupado por del deterioro de medio ambiente.
La inquietud de Potter tuvo un importante eco en la Universidad jesuítica de Georgetown, en donde se creó la nueva disciplina Ética médica. La visión de Potter era más amplia, ya que como nos advierte D. Callahan esta asignatura suscita preguntas que amplían nuevos horizontes y movimientos sociales de los derechos civiles de grupos vulnerables.
Nuestro mundo ha sufrido graves desastres ecológicos, como el accidente nuclear de Chernóbil, derrames de petróleo en mares, extinción de especies de plantas y animales, entre muchos otros. Estas catástrofes son muy graves: si el homicidio es un acto contra la vida humana, el ecocidio es un acto criminal contra la “casa común”.
Estos desastres llevaron a investigar más a fondo los ecosistemas, a luchar contra las causas de la degradación del ambiente, a estudiar el desarrollo de nuevas tecnologías para que el ser humano asuma el desafío urgente “de proteger nuestra casa común… [y] se preocupe de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (Laudato Sí 3).
La conciencia ecológica en el fondo debe ser una crítica a la concepción monetarista y utilitaria del sistema económico financiero. El llamado progreso industrial y tecnológico ha pasado a constituir una amenaza para la supervivencia humana.
Ante los problemas ecológicos han surgido importantes Congresos, como el de Río de Janeiro en junio de 1992, al que asistieron 172 países, 116 jefes de Estado y 1500 organizaciones no gubernamentales. Con esta conferencia comenzó el consenso para desarrollar la Carta de la Tierra; su redacción y consulta se basó en cientos de documentos internacionales para finalmente quedar integrada en el año 2000. Esta Carta contiene principios o propuestas sobre las nuevas relaciones entre medio ambiente y desarrollo, lo cual es un eco de la carta ecológica de Estocolmo (1972), “el hombre tiene la solemne obligación de proteger y mejorar el medio para las generaciones presentes y futuras”. Entre las organizaciones ecológicas que han surgido, quizá la más importante a nivel mundial sea la World Wildlife Fund (WWF), cuya sede se encuentra en Suiza.
Ahora bien, para que las recomendaciones en favor de la ecología tengan mayor efecto, es necesario que sean adoptadas por el Derecho y que se establezcan sanciones jurídicas. A este respecto, el 15 de octubre de 1978, la UNESCO hizo una Declaración Universal de los Derechos de los Animales que contiene un interesante preámbulo: los seres humanos reconocen el derecho a la existencia de las diversas especies de animales. Este respeto a los animales está relacionado con el respeto a los seres humanos entre sí.
Los dos primeros artículos de esta declaración reconocen el derecho a la vida, el respeto y el cuidado de los animales. El artículo 3, prohíbe la crueldad y los malos tratos. Se reconoce, en los animales salvajes el derecho a vivir y reproducirse en libertad en su entorno natural. El artículo 8, legisla sobre la experimentación en los laboratorios, y los artículos 9 y 10, ponen límites al uso de los animales al servicio del hombre. Esta declaración nos llevaría a cuestionarnos sobre la cadena alimentaria y la utilización de los animales en juegos lúdicos (pelea de gallos, corridas de toros, pelea de perros, etc).
La raíz de la ecología reside en la ética que protege los derechos humanos e impone la obligación de no despreciar a otros seres vivos. En suma, la enseñanza del Papa Francisco es profunda y elocuente: “Una ecología integral está hecha de simples gestos cotidianos, donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo … el mundo del consumo exacerbado es al mismo tiempo el mundo del maltrato a la vida en todas sus formas. (Laudado Sí 230).
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