El ahuehuete, símbolo de un gobierno que se secó
No se ha visto una decisión tan bochornosa como la que tomó el Gobierno de la Ciudad de México, al aferrarse en plantar un ahuehuete en la histórica glorieta de La Palma. Fue poco creíble su convocatoria para que la ciudadanía eligiera ese artilugio natural, que seguramente respondió a un capricho personal.
Al contrario, levantó sospecha saber que mientras las inmaculadas palmeras que se encuentran en la calle de Florencia, a un costado del Ángel de la Independencia, y a sólo unos cuantos metros de la glorieta que sostiene al moribundo ahuehuete, la icónica palmera que retiraron y vestía Paseo de la Reforma desde hace más de 100 años, muriera súbitamente a falta de un adecuado proceso de mantenimiento.
La lógica apunta a que debieron sustituir la histórica Arecaceae, por otra igual, decisión que nadie hubiera interpelado y contaba con todo el espacio para plantar una nueva palmera. Pero en realidad, lo que quisieron hacer fue mutilar un símbolo del pasado, por otro que busca patentar la esencia de la 4T en la CDMX: un ahuehuete, que, como el tule, o como aquel donde lloró Hernán Cortés, conocido como el ‘Árbol de la Noche Triste’, cambie la narrativa de los símbolos de la capital, a partir de lo que ellos venden como una “transformación”. Pero el karma, o como usted lo quiera llamar, no les está favoreciendo, al contrario, los está ridiculizando por sus malabares infructuosos.
La ocurrencia fue desastrosa, y quien se la haya recomendado a Claudia Sheinbaum, debe estar haciendo de tripas corazón, y comiéndose las uñas, porque en tiempos electorales, estas pifias no pasan desapercibidas en la exigente concurrencia. Se avecina otra crisis de credibilidad cuando dentro de poco anuncien que el ahuehuete se les secó, después de plantarlo sin experiencia, pero eso sí, con todas las fanfarrias posibles hace apenas ocho meses. Moraleja, entre el engaño y la suspicacia, nunca terminan bien las historias.
Este afán de cambiar símbolos, derribando unos para imponer otros como lo sucedido en la conquista española bajo la lógica de destruir edificaciones prehispánicas para imponer iglesias, solo genera confusión en la sociedad y rechazo a las medidas. Podrían ser originales y crear nuevas postales citadinas, pero aún piensan que, eliminando cosas del pasado, van a patentar con éxito su futuro. Píndaro, poeta de la Grecia clásica, solía decir: “de la obra que comienza, el aspecto conviene que sea brillante”. ¿Qué hay de brillante en este gobierno?
La pifia de irrumpir el paisaje citadino no es nueva, ya lo habíamos visto anteriormente. Recordemos la burda intentona de esconder primero el monumento a Cristóbal Colón, con la mentira de que lo iban a remodelar. Después se filtró en medios la horrenda escultura que iban a colocar en su lugar, y que supuestamente representaba un rostro indígena. La sociedad fue unánime y la rechazó. Deben entender que un lugar como Paseo de la Reforma, pesa más que cualquier movimiento político.
Mientras las autoridades capitalinas “analizaban” qué hacer en la glorieta a Colón, y demostraban su poca capacidad estratégica y de reacción, grupos colectivos feministas madrugaron a los operadores políticos, al colocar una “antimonumenta” en la base donde reposaba erguido el navegante genovés. La diminuta y artesanal mujer con la mano alzada, representa a las mujeres en lucha, a quienes están desaparecidas, o son violentadas, y al mismo tiempo, es una queja a la impunidad que se sigue sufriendo en México.
Desde hace semanas, el gobierno de la CDMX ha estado preparando la narrativa de lo que ya se veía venir, la muerte del ahuehuete y reparación de daños ante el fracaso. ¿Cómo? Minimizando el asunto. Hace cuatro días, confirmó Claudia Sheinbaum que el árbol se encontraba en estado crítico. Apenas anteayer, autoridades plantearon dos posibilidades: o se lleva al actual esqueleto a un vivero para su recuperación, o bien, lo sustituyen por otro ahuehuete. Lo más seguro es que su miopía apueste por lo segundo, en lugar de recomponer sus errores, y plantar otra palmera, insisto, a partir del sentido común.
Lamentablemente la terquedad se impondrá y un nuevo error está por ocurrir, replantar otro ahuehuete en un lugar poco propicio. Ni el presidente López Obrador, cuando fue Jefe de Gobierno, se obstinó en cambiar monumentos históricos por adefesios o experimentos; al contrario, restableció de vida, color y modernidad la avenida Paseo de la Reforma.
Muchos verán al ahuehuete, como el reflejo de las continuas fallas que ha tenido la jefa de Gobierno en la CDMX, un gobierno que se adelgaza y no emociona, a la defensiva y sin mucho presumir. Sí, la glorieta de la Palma es un símbolo de la Ciudad de México, por supuesto hay infinidad de problemas y prioridades mayores que analizar qué árbol plantar; pero los simbolismos, en un gobierno que busca la presidencia de México, cobran mucha relevancia.
El autor es periodista mexicano especializado en asuntos internacionales.
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