La crisis del globo
La aparición de un globo aerostático de elevada altura sobre los cielos de Estados Unidos la semana pasada encendió las alertas. Después de varias declaraciones y búsquedas, se determinó que se trataba de un objeto de fabricación china y, días más tarde, que era un globo de vigilancia y espionaje aéreo que sobrevoló el Pentágono y otras instalaciones estadounidenses de alta seguridad.
La Casa Blanca determinó no hacer nada los primeros dos días, diciendo que era inofensivo. Pero cuando las enérgicas y muy críticas voces republicanas empezaron a azotar al presidente Biden por su pasividad, el gobierno ordenó derribarlo.
Cayó el sábado sobre aguas del Atlántico y comprobaron que, en efecto, portaba equipos de fotografía aérea, vigilancia y grabación de video.
Por su parte, el gobierno chino, mediante su Cancillería, emitió un comunicado inusualmente cordial y cálido, afirmando que el artefacto era en realidad un dispositivo de fabricación civil dedicado a la evaluación climática y observación atmosférica –que por cierto, nadie creyó–.
Pero el tema de fondo aquí es que esta muy torpe maniobra china de espionaje aparece en un momento crucial.
Antony Blinken, secretario de Estado, tenía previsto visitar China con una delegación de funcionarios este mes de febrero, e iniciar diálogos entre ambos gobiernos en múltiples áreas: comercio, tecnología, fuerzas armadas y mucho más.
El propio líder máximo de China, Xi Jinping, había declarado que esperaban con beneplácito la visita del secretario de Estado americano.
Y, de repente, un globo espía sobre Washington.
Sólo imagine usted la explosión en Pekín de las altas autoridades en contra del departamento u oficial que autorizó y supervisó la misión. Aunque debemos decir que es tan delicado y sensible en términos diplomáticos, que resulta impensable que el propio Xi no lo hubiera autorizado.
Tal vez –es meramente especulativo– lo autorizó hace meses, y cuando el aparato estuvo listo, con las condiciones del clima adecuadas, lo lanzaron.
Pero en el transcurso del tiempo, ambos gobiernos dieron pasos firmes para sentarse a la mesa y dialogar.
China enfrenta una grave crisis pos-Covid, por el serio impacto que tuvo en su economía. No sólo por los cierres totales de provincias enteras, sino por la suspensión de líneas de suministro de productos hacia el mercado americano.
Blinken quería destrabar todo esto que representa oxígeno puro para la economía china y, de paso, explorar los alcances y fortaleza de la alianza chino-rusa en el contexto de la guerra en Ucrania.
Para Estados Unidos es vital debilitar al gobierno de Putin, para buscar una retirada o salida negociada al conflicto. Mientras Rusia tenga el apoyo de China, esa alternativa se ve inalcanzable.
Para colmo de los disparates chinos, anunciaron apenas ayer que otro globo, de las mismas características, se había desviado de su curso y ahora sobrevuela latinoamerica. Este hecho confirma que detrás de los incidentes existe una planeación estratégica coordinada por parte del gobierno chino y de sus corporaciones militares, todas en estrecha relación con el gobierno.
La conclusión del episodio resultó en la “posposición de la visita del secretario Blinken a China”, como anunció el Departamento de Estado el día de ayer.
Qué mal momento, qué error de cálculo de quien sea el responsable del programa o proyecto de espionaje aéreo, para volar sus globos y arruinar –por lo menos de momento– las claras intenciones de acercamiento y diálogo entre ambas naciones.
A nadie conviene una crisis o la prolongación de tensiones entre los dos gigantes, hoy, claramente, las economías más potentes del planeta.
La apertura de las rutas comerciales, la desaparición –o por lo menos disminución– de aranceles y el fortalecimiento de mayores canales de diálogo representan un beneficio para el mundo entero.
Los americanos ‘poncharon’ el globo chino y, tristemente, con ello, también las expectativas de nuevas negociaciones de alto nivel.
Tendremos que esperar otro momento para distender y disminuir la desconfianza.
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