Contra el fanatismo
Amos Oz, el gran escritor israelí, nos dejó varios libros memorables, uno de los cuales, Contra el fanatismo (Siruela), subrayé y comparto con ustedes: “Creo que el síndrome del siglo 21 es el choque entre los fanáticos de todos los colores y el resto de todos nosotros”.
En entrevistas y conferencias que incluye el libro, señala que “para mí la palabra acuerdo significa vida. Y lo contrario de acuerdo no es idealismo ni devoción; lo contrario de acuerdo es fanatismo y muerte”.
Describe a los fanáticos, esencialmente iguales en cualquier parte del mundo: “Traidor, a ojos del fanático, es cualquiera que cambia. No convertirse en fanático significa ser, hasta cierto punto y de alguna forma, un traidor a ojos del fanático… Digo que la semilla del fanático siempre brota al adoptar una actitud de superioridad moral que impide llegar a un acuerdo”.
Para Amos Oz, lo medular del fanatismo “reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar. En esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano, en vez de dejarles ser… El fanatismo comienza en casa, precisamente por la urgencia tan común de cambiar a un ser querido por su propio bien”.
Contra el fanatismo, sostiene, “el sentido del humor es un gran remedio. Jamás he visto en mi vida a un fanático con sentido del humor… Con frecuencia los fanáticos son muy sarcásticos y algunos tienen el sentido del sarcasmo muy afilado, pero nada de humor”.
El escritor judío dejó una reflexión profunda antes de morir. Para él la crisis en el mundo, en Oriente próximo, Israel/Palestina, “no es consecuencia de los valores del islam. No se debe a la mentalidad de los árabes, como claman algunos racistas. En absoluto. Se debe a la vieja lucha entre el fanatismo y el pragmatismo. Entre el fanatismo y el pluralismo. Entre el fanatismo y la tolerancia”.
Para Amos Oz (también autor de un libro maravilloso, Una historia de amor y oscuridad), “el 11 de septiembre (aviones contra las Torres Gemelas y el Pentágono) ni siquiera es consecuencia de la bondad o maldad de los Estados Unidos, ni tiene que ver con que el capitalismo sea feo o flagrante, o si la globalización debe detenerse o no. Tiene que ver con la típica reivindicación fanática: si pienso que algo es malo, lo aniquilo junto a todo lo que lo rodea”.
En una conferencia en Países Bajos tocó el tema de Jesús y la moral:
“Mantengo una discusión irreconciliable con Jesucristo, un compatriota mío muy famoso, que dice: perdónalos porque no saben lo que hacen. A veces estoy de acuerdo con la primera parte de la frase, la del perdón. Pero rechazo con vehemencia la segunda parte, que implica que a todos o a la mayoría de nosotros nos deberían perdonar porque somos imbéciles morales…”.
Abunda: “Entonces, ¿cuál es la parte difícil del trabajo moral? Distinguir entre grados de maldad. Porque hay muchos grados de maldad en el mundo… La sistemática infantilización de la humanidad mediante el capitalismo de mercado es muy mala. Como lo es la contaminación práctica entre política y entretenimiento. Pero las cruzadas, la yihad, los gulags, la Inquisición y los campos de concentración son mucho, muchísimo peores”.
El tema es complejo, y la mirada de Amos Oz ayuda a entender al menos una parte: “Los palestinos están en Palestina porque es la patria, la única patria del pueblo palestino; de la misma manera que Holanda es la patria de los holandeses o Suecia de los suecos. Los judíos israelíes están en Israel porque no hay otro país en el mundo al que los judíos, como pueblo, como nación, puedan llamar en ningún caso hogar. Sí como individuos, pero no como pueblo ni como nación, puedan llamar en ningún caso hogar”.
Amos Oz murió pesimista en el tema Palestina/Israel, pero con una invariable convicción: “No hay alternativa a la solución de dos Estados, la de Israel como vecino de Palestina… Ponemos fin a la ocupación y los palestinos ponen fin a su guerra contra Israel. Renunciamos al sueño de un Gran Israel y ellos renuncian a su sueño de una Gran Palestina”.
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