El adiós de un paradigma de integridad
BOGOTÁ, Col.- A sus 81 años de edad, Anthony Fauci dejará de ser el rostro visible de la salud pública de Estados Unidos, pero continuará como un paradigma de la integridad científica frente a charlatanes envalentonados por el peso político de sus cargos.
A lo largo de más de 50 años de servicio, no sólo ha estado en el frente de batalla contra epidemias como VIH, zika, ébola, Covid, sino que se convirtió en un muro de contención contra la utilización política de la salud pública.
Se va el histórico director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas (NIAID).
Respetado por administraciones demócratas y republicanas desde 1984, no sorprende que la única mala de sus relaciones con el liderazgo político de Estados Unidos haya sido con un hombre confrontado con la verdad y con la ciencia: Donald Trump.
La relación entre Trump y Fauci, en su calidad de principal experto estadounidense en enfermedades infecciosas, se deterioró a la misma velocidad que el presidente profería mentiras sobre el Covid desde su púlpito en la Casa Blanca.
Un rosario de diferendos públicos con Trump es el testamento de la integridad científica del doctor Anthony Fauci.
Nunca se prestó al juego de la propagada y la mentira del presidente.
La primera confrontación entre ambos ocurrió el 10 de febrero de 2020 cuando Trump, sin ningún tipo de justificación científica, anunció que la epidemia desaparecería para el mes de abril “con el calorcito…”.
Seis días después, en uno de los principales programas dominicales de la televisión estadounidense, Fauci echó abajo la idea de que la llegada de la primavera terminaría con el Covid, lo que lo puso en colisión directa con el presidente.
Un mes después, Fauci contradijo públicamente la idea de Trump de utilizar la hidroxicloroquina como un parteaguas para el tratamiento del Covid.
Para marzo, cuando Trump dijo que esperaba que todos los estados restablecieran la normalidad en el siguiente mes, Fauci advirtió los riesgos.
Para abril de 2020 las lanzas estaban rotas. Trump dio RT a un tuit de uno de sus seguidores que pedía el despido de Fauci.
Días después el presidente dijo estar en desacuerdo con el comentario de Fauci, en el sentido de que Estados Unidos no estaba haciendo suficientes pruebas contra el Covid.
Funcionarios de la oficina del presidente filtraron a varios medios informativos la molestia de Trump contra Fauci, y dijeron que el mandatario no quería que participara más en las sesiones informativas de la Casa Blanca.
Para mayo, la Presidencia bloqueó a Fauci para testificar sobre el coronavirus ante la Cámara de Representantes. A pesar de ello, el médico apareció ante un comité del Senado.
En junio tuvieron un nuevo desacuerdo público, cuando Trump atacó a Fauci por afirmar que la temporada de futbol americano no debía comenzar debido a las preocupaciones por el avance del coronavirus.
Para octubre se registró un diferendo mayor, porque Fauci criticó a la Casa Blanca por organizar un evento para la nueva magistrada de la Suprema Corte de Justicia, en el que nadie o casi nadie usaba cubrebocas. Trump califica a Fauci de ser “un desastre”.
Así fue como Fauci se convirtió en uno de los principales blancos de ataque de los millones de seguidores de Trump en redes sociales. Al final de 2020, se tuvo que aprobar protección personal para el médico y su familia.
En esa ocasión, dijo a través de CNN:
“Las cosas indecorosas que las crisis traen al mundo sacan a relucir lo mejor y lo peor de las personas. Recibir amenazas de muerte para mi familia y acosar a mis hijas hasta el punto en que tengo que conseguir seguridad, es increíble”.
Trump nunca se atrevió a despedir a Fauci, pero los votantes estadounidenses despidieron a Trump.
La figura de Fauci no hizo más que crecer ante la opinión pública, y se convirtió en el principal asesor médico de la Casa Blanca cuando Joe Biden asumió la Presidencia.
Ahora se retira, o casi, con estas palabras:
“Si bien me muevo de mis puestos actuales, no me jubilaré. Después de más de 50 años de servicio en el gobierno, planeo continuar con la siguiente fase de mi carrera, mientras todavía tenga tanta energía y pasión por mi campo. Quiero usar lo que aprendí como director del NIAID para seguir avanzando en la ciencia y la salud pública, y para inspirar y asesorar a la próxima generación de líderes científicos mientras ayudan a preparar al mundo para enfrentar futuras amenazas de enfermedades infecciosas”.
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